La sostenibilidad de un bien se asienta en dos principios inexcusables, que sea renovable y que sea reciclable.

Es renovable cuando proviene de fuentes naturales inagotables que se renuevan a sí mismas o con la ayuda de la intervención del hombre. Con los cultivos logramos que las verduras, legumbres y frutas sean renovables, con el viento y el agua obtenemos las energías renovables frente a las fósiles que además de no ser renovables, liberan CO2 en su uso, siendo una de las principales causas del cambio climático.

El círculo virtuoso se cerraría con la recuperación de la materia prima o los elementos con los que está fabricado ese bien a través de su reciclaje, para ello se necesita un sistema que permita recoger los bienes para su reciclado y una industria recicladora que vuelva a poner la materia prima recuperada o los elementos reciclados en el mercado para volver a fabricar nuevos bienes. En consecuencia, a la condición de ser reciclable se une la de poder ser reciclado. De nada serviría que un bien reciclable terminase en un vertedero o que sus costes de transformación o medioambientales hiciesen improductivo su reciclado en todos los sentidos.

Los principios de la economía circular están basados en la ruptura de los procesos de la economía lineal cuando extraer-fabricar-consumir-tirar nos lleva al sinsentido del agotamiento de los recursos, a la improductividad, a la contaminación galopante y a la generación permanente de residuos.

Se trata de impulsar nuevos modelos de producción y consumo donde el valor de los productos, materiales y recursos se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible, minimizando la generación de residuos.

Ya no solo es un asunto de transición a una economía verde, también están las exigencias de los consumidores, el 83 por ciento cree que es importante que las empresas diseñen productos destinados a ser reutilizados o reciclados. Además del diseño ecológico del producto, los consumidores también ven la responsabilidad de una empresa de apoyarlos con la eliminación y el reciclaje correctos de los productos. Un estudio de Ipsos informa que cuatro de cada cinco personas, en todo el mundo, piensan que los fabricantes deberían estar obligados a ayudar con el reciclaje y la reutilización de los envases que producen.

La industria del papel y de los productos papeleros resultante de su transformación es una bioindustria circular que lidera la descarbonización en sus procesos productivos y en la huella de carbono de sus productos.

En la industria papelera se produce de hecho una doble circularidad: la circularidad natural de su carácter de bioproductos procedentes de fuentes naturales renovables y la circularidad social e industrial del reciclaje con bioproductos reciclables que tras su uso se reciclan masivamente.

La recogida selectiva municipal de papel y cartón en España, es un caso de éxito de ámbito europeo. La industria papelera española, gracias a su gran capacidad recicladora, garantiza el reciclaje en España de todo el papel y cartón recogido selectivamente; anualmente se recogen y reciclan más de 4,6 millones de toneladas de papel usado.

Por cada diez kilos de papel que se fabrica en España, se utilizan como materia prima 8,2 kilos de papel usado.

El reciclaje de papel supone reducir las emisiones contaminantes que producen los vertederos y un ahorro en volumen de estos, equivalente cada año a 50 grandes estadios de fútbol como el Bernabéu o el Camp Nou.

La bolsa de papel es la que más se recicla, recuperamos y reciclamos el 84% de las bolsas de papel que consumimos. Gracias a ello, conseguimos que cada bolsa de papel tenga hasta siete ciclos de vida ya que la fibra de celulosa es recuperable como materia prima hasta 7 veces. El rendimiento de las fibras del papel es altísimo con su gran capacidad de soportar tantos ciclos de reciclaje con el consiguiente ahorro de nuevas fibras vírgenes.

También, hay que resaltar que, si una bolsa de papel terminase por error en la naturaleza, no dañaría la tierra ni los océanos. Al ser un producto natural se biodegradaría en un periodo de entre 2 y 5 meses sin perjudicar el medio ambiente terrestre o marítimo.

Una bolsa de papel es renovable, biodegradable, reutilizable y reciclable, es decir un bioproducto circular de principio a fin.