Las bolsas que ofrecen los comercios son un servicio a sus clientes para que estos transporten y protejan sus compras. Dar una bolsa forma parte del proceso final de la venta.

Una bolsa es un embalaje y debe cumplir con una serie de funciones físicas y mecánicas para poder soportar el peso y el volumen de los diferentes productos que componen la compra media a la que va destinada, no es lo mismo, la compra en un supermercado, que en una tienda de electrodomésticos o que en una boutique o en una joyería. En consecuencia, cada comercio dispensa la bolsa que puede ofrecer las mejores prestaciones a sus clientes.

Otro factor que influye sobre las características de una bolsa es la imagen que quiere proyectar el comercio de sí mismo, al fin y al cabo, es el envoltorio final que pone en las manos de sus clientes. Cuando estos van por la calle con la bolsa pasean la marca del comercio, indirectamente, están haciendo gala de dónde han comprado.

Salvo la obligatoriedad de cobrar las bolsas de plástico de hasta 50 micras, cada comercio decide si regala el resto de los tipos de bolsas a sus clientes o si las cobra, lícitamente, como si fuese un bien más, puesto a la venta en su establecimiento.

En España, solo es obligatorio cobrar las bolsas de plástico de hasta 50 micras, según dicta el Real Decreto 293/2018 de 18 de mayo, con el fin de: reducir su consumo ya que estas producen unos altos niveles de residuos dispersos, suponen un uso ineficaz de los recursos y es previsible que aumenten si no se toman las medidas adecuadas. Las bolsas de plástico dispersas provocan contaminación en el medio ambiente y agravan el problema generalizado de la presencia de residuos en las masas de agua, lo que supone una amenaza para los ecosistemas acuáticos en el ámbito mundial.

El cobro obligatorio de las bolsas de plástico no es un impuesto, la recaudación no va al Estado, se queda en la caja del comerciante y lo que antes era un gasto para él, ahora se convierte en un ingreso, además con el correspondiente beneficio si hay diferencia entre el precio al que las compra y al que las vende.

¿Evitamos que una bolsa siga siendo contaminante, si se abandona en el medio ambiente, por el mero hecho de haber pagado por ella?, ¿Me voy a preocupar por poner bolsas de origen renovable en mi establecimiento si yo ya cumplo con la ley cobrando otras aunque sean menos sostenibles?, ¿Cuánto hay de postureo verde cuando de forma voluntaria cobro a mis clientes las bolsas de mi establecimiento?, ¿Son las bolsas una disculpa fácil para no atajar problemas más graves de otro tipo, como, por ejemplo, los consumos no sostenibles en mi cadena de suministro? Hay muchos interrogantes sobre la decisión obligatoria o voluntaria para el pago de una bolsa cuando dicho cobro no redunda en beneficio de toda la colectividad.

Ahora que todo el mundo dice que es sostenible y circular, aprendido el nuevo catecismo, es hora de desentrañar lo que realmente estamos haciendo para facilitar un consumo responsable a nuestros clientes. El poder de elección de los consumidores es muy limitado, ellos están al final de la cadena, todo lo que llega a sus manos es responsabilidad de los extractores de la materia prima, de los fabricantes y del comercio. Empecemos por ofrecer soluciones de origen renovable, biodegradables, reutilizables y reciclables. Como las bolsas de papel.