El refranero español fuente de sabiduría popular, es resistente a la vacuidad de la nueva cultura líquida conformada por la multidifusión de contenidos sin base, que llevan a creencias colectivas que no responden a ninguna realidad.
Todavía hay un buenismo, quizás, por falta de conocimiento, o un falso discurso que esconde otros fines, que apela a la reducción del consumo de productos papeleros en favor de la conservación de los bosques.
No se talan árboles del medio natural para hacer papel, se cultivan bosques para su explotación, creando nuevas superficies de arbolado y generando, a su vez, el desarrollo de la bioeconomía y empleo rural.
Los bosques para obtener papel se plantan previamente, o bien se gestionan de forma sostenible los ya existentes dedicados a la explotación forestal, como ocurre en los países nórdicos, mediante un ciclo constante de nuevas plantaciones y talas. Normalmente se plantan cuatro árboles nuevos por cada árbol talado con el fin de perpetuar e incrementar la superficie forestal.
Recuerdo que la afirmación más simple y gráfica que escuché en un congreso sobre materias primas sostenibles, fue la de que el origen de una bolsa de papel es igual de renovable que el tomate y la lechuga que te tomas en una ensalada.
En España, gracias a la producción papelera, en 2016 se mantuvieron 476.260 hectáreas (el 2,6% de la superficie total de bosques de nuestro país) de plantaciones de pino y eucalipto que son gestionadas de forma sostenible y han permitido recuperar terrenos baldíos para convertirlos en bosques.
En ellas se da empleo directo a 5.226 personas en tareas de repoblación y selvicultura. Y adicionalmente se generan 16.833 empleos indirectos en maquinaria, transporte y manufactura.
Del árbol caído para su explotación se da nueva vida al bosque y se generan productos papeleros, renovables, biodegradables y reciclables.
Buena leña.