Bajo este título, Imma Sust publica, en El Periódico de Cataluña, el siguiente artículo que nos quita de la boca lo que veníamos pensando hace tiempo sobre si el cobro de las bolsas de plástico disuade de su consumo.
“A mi me fastidia un montón cada vez que voy al súper de forma inesperada y sin el carro de la compra, encontrarme con el maldito dilema de las bolsas de plástico. ¿La cojo o no la cojo? Mi dilema nunca es ¿la pago o no la pago? Si valiera cinco euros igual me lo pensaría más, pero francamente, por unos céntimos si no estás concienciado con el medio ambiente, esto no lo va a conseguir.
No sé qué dirán las encuestas, pero en mi barrio el impacto de hacer pagar las bolsas a precio de risa ha sido nula. La gente sigue pagando y tirando la bolsa al día siguiente. Y yo me pregunto: ¿tan difícil es dar bolsas de papel reciclado? Si realmente fuera por el medio ambiente, ¿por qué el mismo súper que me cobra la bolsa me vende la fruta envuelta en plástico y dentro de otra bandeja de plástico como si fuera una mona de pascua? ¿Por qué a la pescadera le tengo que recordar cada semana que no me ponga el pescado en la bandejita de plástico? Maldito plástico. Por una parte te lo cobran y por otra te lo regalan sin tú pedirlo. ¿No se dan cuenta de que es completamente absurdo?
A mí no me cabrea pagar la bolsa de plástico con publicidad. Que esta es otra. Ya que pago, me podrían dar bolsas lisas sin logos ni marcas. Pero eso tampoco es lo que más me cabrea. Ni la publicidad ni el precio. Lo que realmente me fastidia es que me la den. Así de simple. Si realmente quieren concienciar a la gente, lo que tienen que hacer es cobrar la bolsa a 25 euros. Y en lugar de publicidad, poner un un texto que diga: «Esta bolsa se destruirá dentro de mil años. ¡Utilízala! Tienes todo el tiempo del mundo».
A partir de lo que dice Imma Sust, hagamos un poco de historia de lo que ha ocurrido con el cobro de la bolsas de plástico: a raíz de la publicación del PNIR (Plan Nacional Integrado de Residuos) en el año 2008, la gran distribución de la alimentación decidió de motu propio cobrar las bolsas de plástico. Esto produjo un cambio radical en el mercado, un bien que se ofrecía como un servicio pasó a cobrarse como un producto más a la venta.
Si nos atenemos a los datos publicados en mayo de 2017 por la Generalidad de Cataluña, que en su día impulsó “el pacto por la bolsa de pl y distribuidores cto por la bolsa con fabricantes de ables, biodegradables, recicables y ástico” con fabricantes y distribuidores para reducir su consumo, el mismo ha descendido un 48% desde 2007 en la gran distribución. Pero a su vez, ha aumentado un 16% en la distribución del comercio urbano.
En 10 años permanece el 52% del consumo que había en 2007 . La realidad es que en España según cifras facilitadas por el sector productor de las bolsas de plástico, el consumo anual es de 62.559 millones de toneladas de bolsas de plástico de menos de 50 micras, lo que representan 6.728 millones de unidades de bolsas de plástico de un solo uso al año.
Todo ello tiene su lógica, cuando se implanta un sistema de cobro con el objetivo de descender el consumo, con el tiempo el mismo se asimila a las verdaderas necesidades del consumidor. Ya que disponer de una bolsa no es un capricho, es una necesidad para transportar los productos que se compran y el cobro si que hace que no se compren bolsas de más, pero al final se compran las que se necesitan en función del tipo de comercio, del momento y del lugar.
Como mal dice una campaña de publicidad para promover el cobro de las bolsas de plástico: “que no las pague el medio ambiente”. Hay que decir, que las bolsas de plástico aunque las pague el consumidor, las sigue pagando el medio ambiente. El pago no las indulta.
De lo que se trata es de poner al alcance del consumidor bolsas renovables, biodegradables, reciclables y reutilizables como las de papel.
Imma, cuanta razón tienes.